martes, 2 de diciembre de 2014

JUAN GOSSAIN

Francamente, no sé qué efecto tienen las brisas del Golfo de Morrosquillo en las costas de Córdoba, sobre los lápices y las plumas, de sus coterráneos, David Sánchez Juliao, el Viejo Deivi, en Lorica  y Juan Gossain,  en San Bernanrdo del Viento, para que todo lo que han escrito, tenga ese sabor tan especial, tan agradable, tan inigualable.

Hace mucho tiempo leí: CUANDO EL GENERAL SE LLAMA GUERRERO Y EL VETERINARIO SE APELLIDA TORO, de Gossain.

Hace una “investigación exhaustiva” sobre la relación que existe entre los nombres y los oficios de las personas y da muchos ejemplos graciosos unos, curiosos otros.

Recuerda a Jaime Guerrero Paz,  quien fue general de la República y Comandante de las Fuerzas Armadas de Colombia.

También menciona a un señor de apellido Hastamorir.

En la Fábrica General José María Córdoba, en Soacha, Cundinamarca, conocí dos casos curiosos, aun cuando ninguno tenía relación con su empleo o profesión.

Allí laboró Nicéforo Hastamorir Vela.

También, al ingeniero industrial Armando Niño, jefe de Control de Calidad. A su oficina nos referíamos unas veces como pediatría y otras como ortopedia: Armando Niño.


Punto aparte.

En la misma fábrica, trabajaba Alejandro Velasco: el náufrago que pasó diez días en el mar, sin agua y sin comida. Gabo le pidió que le relatara toda su odisea y Velasco se la contó, con pelos y señales.

Cuando el RELATO DE UN NAUFRAGO fue publicado, Alejandro le solicitó a García Márquez le diera una parte de las utilidades, pero nunca recibió un solo centavo del amplio y caritativo Premio Nobel.



Saulo 

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