Todo mundo se rasga las vestiduras, ante la desproporcionada hola de violencia que está afectando el planeta.
Violencia contra los niños.
Violencia contra la mujer.
Violencia familiar.
La noticia de cada día, es mas desgarradora que la del día anterior: muerte de un niño; al día siguiente de dos y el próximo de tres; que la madre degolló a sus cuatro hijos...
Cuando ya la humanidad se está acostumbrando a ello, escuchamos que un muchacho, menor de 15 años, asesina y descuartiza a tres niños.
Todos nos echamos bendiciones; y nos aterramos de esa violencia, pero nadie, nadie, nadie, hace nada.
Ni siquiera nos preguntamos la causa de ello. Y en la jefatura del ICBF, se continúan nombrando damitas hermosas, señoras maduras o caballeros con cola de caballo que, como en La Perrilla, cosa es de voverse loco, no hacen nada, tampoco.
Yo recuerdo, y le apuesto mil a uno, que todos quienes estén en el quinto o sexto piso, también lo tienen clarito: en nuestra infancia, los psicólogos nos privaron de ver a Tom y Jerry; a Speedy González; al Coyote y el Correcaminos, (donde nunca se veía sangre) porque eran películas muy, que digo muy, porque eran demasiado, excesivamente violentas.
Incluso, suprimieron a Daniel El Travieso, ese monito inocente, con el cuento de que hacía sufrir al señor Wilson.
Y nos las cambiaron por las películas chinas.
En las películas chinas, las tortugas no son lentas, son vio lentas. Las Tortugas Ninja, son adolescentes mutantes.
Nos quitaron a Caperucita Roja, a La Pobre Viejecita de Pombo, las fábulas de Esopo, porque los animales no hablan.
En cambio, nos trajeron ese dechado, ese manual de buenas costumbres, de buena educación y buenas maneras, como son Los Simpsons.
Como en el caso de la inseminación in vitro, era mejor el método viejo.
Cuando yo sea Ministro de Educación, prohibo de un tajo el cine y los comics chinos (los realistas: los que incluyen en el reparto aquel famoso santo, cómo se llama? Ahhh, este primo alemán Adenauer, me hace olvidar todo: ya recordé: San Gregorio). Las películas de hoy, se miden en barriles de sangre derramada.
Pero estoy seguro, que nunca me van a nombrar Ministro de Educación, porque mis costumbres y mi matrimonio, son a la antigua.
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