domingo, 25 de mayo de 2014
17. LOS CABALLEROS NO TENÍAN MEMORIA Y...
Las Señoritas no tenían pasado.
“…eran otros hombres, mas hombres los nuestros…” Tiempos Viejos, Tango, Francisco Canaro y José Romero.
Así, en tiempo pasado, porque “los hombres de hoy”, no respetan en lo mas mínimo, a la mujer.
La tocan, la manosean en público, delante de todo el mundo, con lo cual, le cuelgan un letrerito en el cuello.
En mi época también amamos, pero un beso, una caricia, se daban en un lugar recatado, no como hoy, que lo hacen urbi et orbi.
Hay algo peor: después de recibir esos dulces favores de su damita, corren a contarlo, corregido y aumentado, en el corrillo de amigos: le hice…, y después…, y entonces ella…
Eso no es hombría, la mujer merece respeto, y esa que está siendo especial contigo, lo merece mucho mas.
La Casada Infiel
Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.
Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.
“Hombres”, aprendan lo que les dice Federico García Lorca: No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
Los hombres de verdad no deben hablar jamás de sus aventuras con una mujer. Los que no son hombres de verdad, aun sin ser ciertos, inventan episodios de alcoba.
Los caballeros, no hablan de sus secretos, por eso se dice que no tienen memoria. Ellos, valoran a sus compañeras.
Al enterarse de que tú estabas hablando de ese tema, ella le contó a sus amigas:
- Que eras como los fusiles de la primera Guerra Mundial: de un solo tiro.
- Que lo tuyo no era pene, sino una pena: 9 centímetros estando en servicio activo.
- Y, que eras eyaculador precoz.
Sensible.
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