LOS INGENIEROS, HERMOSA DEFINICIÓN

Las montañas, los peñascos, las selvas y los ríos, se dieron a la tarea, desde el principio del mundo, de cerrar el paso a los hombres y de obligar a los pueblos a permanecer aislados en medio de sus mitos, sus temores y sus anhelos siempre insatisfechos. La tierra era inmensa y sólo se podía recorrer con la imaginación.

El día en que por primera vez se pensó en declarar la guerra a la naturaleza y en obligarla a deponer sus armas, nacieron los ingenieros. Día remoto ciertamente, pero inextinguible en la memoria de la poesía, porque él es el origen de todos los caminos, la cuna de todas las carreteras y las vías férreas, el principio de todos los viajes, que aún no terminan, ni empiezan a tener la dimensión de las hazañas espaciales.

Llegaron pues los ingenieros de un pasado remoto, tras una larga y fecunda lucha, y aquí están con su estrella laboriosa y su experiencia de muchos años. Las huellas que los ingenieros han dejado sobre la tierra no se han borrado con el viento y la lluvia porque fueron impuestas con sabiduría y con vigor, con disciplina y espíritu de sacrificio.

Los ingenieros guían a los pueblos a través de los bosques y las rebeliones de la topografía. Ninguna profesión tan terrestre y tan ligada al progreso de los pueblos como la ingeniería.

Domadores de cerros y corrientes fluviales, padres de la ingeniería eléctrica y a la vez de las torres que sostienen el viaje de la luz. Sangre de ellos son las calles que transitamos diariamente, lo mismo que las carreteras y los ferrocarriles que nos llevan al mar. Proyecciones de ellos son las tuberías y el agua que calma la sed de las casas y las llena de música. También la luz que ilumina los hogares es otra prolongación de los ingenieros y sus luchas en las centrales eléctricas. También la energía que impulsa las faenas de las fábricas y hace girar las ruedas sobre el suave silencio del aceite, es un testimonio de la presencia de los ingenieros en todas partes, incluyendo el espacio sideral, donde empiezan a flotar y a vencer las distancias interplanetarias.

Hermoso. Lo recibí de ACIEM, CAPITULO HUILA.

Paulo O. Cuartas C.