Desde que inicié la “dieta del ahorro”, escribo en este blog y comparto mi experiencia con los visitantes.
No aguanto hambre, llevo una especie de contabilidad mental, y convencida de que había ahorrado suficiente acepté la invitación de mi amiga del alma, eso creía yo, a comer unas empanaditas, que íbamos probando en la medida que salían calienticas y crujientes.
Cuántas me comí, ni idea, los malos hábitos se apoderaron de mi buena voluntad y todo el esfuerzo, de más de un mes se fue por la borda. Según mi “querida amiga, soy una sismatica, mañana reinicio la dieta y listo".
Posiblemente así sera, pero las empanadas me dejaron una sensación de llenura, difícil de explicar, no tenia hambre, pero me hacía falta comer algo, qué? Me tomé un café caliente con un panderito, pero la sensación continuaba, preparé una bebida fría con un biscocho pequeño, y la sensación se convirtió en malestar, que logré calmar con una sopa de verduras caliente.
Derrotada y sin autoridad moral para hablar de la fuerza de voluntad o de la fuerza del amor, me senté a escribir mi confesión, que espero les sirva de experiencia para no caer como cualquier Eva.
Y a mis amigos, por favor, mientras hago la dieta, no me inviten a su casa.
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