En mi época crecimos escuchando cantar a Pedro Infante, La Vida no Vale Nada, nosotros amábamos la vida; respetábamos la vida, la nuestra y la ajena.
Hoy basta ver los deportes extremos que practican los jovencitos, para darnos cuenta de ese desapego por la vida.
La diferencia está, básicamente, en que nosotros fuimos educados con el buen ejemplo, con las enseñanzas de Esopo y Lamantín, con las valiosas moralejas de sus fábulas.
Pero los psicólogos las hicieron suprimir, por violentas; al igual que las tiras cómicas en las cuales siempre ganaban los buenos. Las quitaron, con el cuento de que los animales no hablan.
Entonces llegó el Atari. Había que matar marcianitos e imponer un nuevo record en cada juego: matar, matar, matar.
Al Pato Donald y a Hugo, Paco y Luís, los cambiaron por descomunales monstruos que corren, que vuelan, que hablan; habían llegado Los Transformers.
Bob y su familia eran esponjas que hablaban.
Le colocaron un chip a los niñitos de tres y cuatro años, para que en su mente tengan la necesidad de matar, matar, matar.
Desde la primaria, llevan armas blancas entre sus libros y a la edad de doce o catorce años, ya son unos delincuentes que quieren superar al matoncito del colegio, del barrio, del pueblo.
Nuestra juventud, “la tiene clara” que la vida no vale nada.
“Y cambia su vida, juega su vida, de todas maneras la tiene perdida”
Yo prefiero a los acomplejados de mi generación, respetuosos de sus padres, de sus maestros, de sus semejantes y no a un aventajado joven de la actual degeneración que ha tenido todas las oportunidades para el libre desarrollo de la personalidad, que enciende a cuchilladas a un muchacho que va tranquilo por la calle, “porque me dieron deseos de atacarlo”.
MORALEJA: debemos volver al método de las fábulas y prohibir los cómics y las películas Chinas.
No hay comentarios, y nunca los habrá, porque, hoy, de verdad, la vida no vale nada.
ResponderEliminarUn inberbe jovenzuelo mata a su compañero de pupitre, para quitarle los tenis.
O para robarle un celular.
Y el juez, lo deja libre, porque no es peligroso para la sociedad.