Amanecí nostálgico. Tengo una idea fija que no puedo sacar de mi mente: el viejo televisor de mi casa.
Tan pronto llegó la televisión a Medellín, mi papá nos compró un espectacular televisor. No recuerdo la marca, pero sí el perrito blanco sentado al lado de un gramófono escuchando bambucos colombianos.
Un inmenso mueble de 1,10 ó 1,20 metros de alto. La imagen, preciosa: en blanco y negro, con un poco de lluvia; no, pensándolo bien, no era un poco de lluvia sino un aguacero permanente de padre y señor mío.
Luego llegó el color. Qué belleza. Naturalia, de Gloria Valencia, maravilloso programa. Con él crecí. Ya no me llamaban la atención los animales de la selva, sino las actrices norteamericanas, italianas, suecas...
Anita Eckberg, Elizabeth Taylor, Sofía Loren, Raquel Welch.
Para que las tomas de frente cupieran, la pantalla tenía 70 centímetros de fondo.
Marilyn Monroe, Katherine de Neuve, Rosana Podestá, Claudia Cardinale, Brigitte Bardot...
A los 16 años, repetí en cine 7 veces, una película. En la parte crucial, una de estas diosas, frente a la ventana abierta, se soltaba el pelo, se quitaba la blusa, pasaba las dos manos por su espalda y desabrochaba el sostén, pero, justo en ese momento, cruzaba el Expreso de Media Noche: 120 vagones a gran velocidad; cuando desaparecía el último, la bella y voluptuosa imagen estaba acostada.
Siete veces, siete veces y nunca se retrasó el maldito tren.
Hoy, odio las pantallas planas. Mis inspiraciones, sólo caben de perfil.
Victoria's Secret, nos cambió esas beldades, por unas escuálidas y anoréxicas modelos, mas flacas que La Perrilla de Marroquín; parecen tablas.
Las que mas carne tienen, son Angelina Jolie y Julia Roberts, pero la carne, la tienen en los labios.
Con razón hoy hay tantos jovencitos gays: no solo los alimentaron con leche de tarro, sino que nunca han subido al Cerro de Monserrate, en Bogota: no saben lo que es canela ni tamal con chocolate.
Paulo O. Cuartas C.
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